En la lógica del turismo todo es vendible y ofertable, sólo hay que inventarse una oferta y pretender que puede existir una demanda.
Desde hace algún tiempo en Bolivia el turismo cultural ha cobrado impulso , proliferando sin cesar emprendimientos locales implementados por comunidades y manipulados por ONG´s, investigadores de turno (que especulan para obtener financiamientos) y recientemente instituciones públicas.
La falsa premisa de desarrollo rural no agrícola (vendida cínicamente por la UNESCO entre otras instancias) se ha posicionado raudamente entre poblaciones mal informadas, municipios corruptos y comunidades paupérrimas.
Como resultado nos hemos visto rodeados de emprendimientos locales que fracasan sin cesar dejando conflictos inter-comunales; gastos onerosos que no pueden ser salvados por los municipios; ofertas turísticas para las que no existe demanda pues se encuentran fuera de los circuitos turísticos; destrucción de áreas de preservación natural a nombre de "turismo de aventura"; destrucción de áreas arqueológicas bajo la excusa de implementación de museos regionales (que no son otra cosa que meros depósitos); conflictos comunales de impacto y capacidad; entre muchos otros.
No es casualidad que en nuestro país sólo existan unos cuantos emprendimientos comunales exitosos (Sajama, Chalalán, Mapajo, por mencionar algunos) mientras que el resto se fueron diluyendo cuando cayeron en cuenta tardíamente de que no todo es ofertable, y de que se requiere algo más que un paisaje espectacular, fauna y flora únicas y restos arqueológicos para entrar en el globalizado mundo del turismo comunal.
En regiones donde se carece de agua, luz, infraestructura y accesos viales las ofertas pueden no ser atractivas, los turistas pueden no llegar nunca y el desarrollo prometido queda sólo en eso: promesas.
Aunado a esto se presenta el grave problema de la inexistencia de políticas culturales que garanticen la preservación y conservación del patrimonio natural y cultural antes que la promoción de los mismos.
Por otro lado no se implementan estudios de impacto y capacidad ni del medio ni de la población, dejando como corolario comflictos ambientales y culturales difíciles de sobrellevar (sólo recordemos como pátetica anécdota la toma del aeropuerto de la Isla de Pascua en Chile por parte de los isleños -a finales del pasado año-, en protesta por la "invasión" descontrolada de turistas y la proliferación de hoteles y alojamientos).
El turismo comunal se vende indiscriminadamente y es el propio estado quien lo está impulsando, sin caer en cuenta de que la oferta de "lo único, lo propio y lo particular" no es más que la nueva visión globalizada del desarrollo regional sin responsabilidad.