martes, 23 de febrero de 2010

La muerte del patrimonio cultural o el negocio del turismo

La lamentable sobrevaloración que se realiza del turismo cultural, principalmente en los denominados paises tercermundistas, determinó que el patrimonio cultural se subsuma forzadamente a los requerimientos de la nueva génesis del desarrollo, atribuyendo así a los bienes arqueológicos un nuevo rol en el panorama socioeconómico local.

Bolivia como es de preveer no es la excepción, y durante los últimos diez años se ha dedicado a asumir e impulsar la concepción del patrimonio como recurso, desarrollada por la UNESCO, la OEA y la ONU en su marco de políticas regionales de desarrollo cultural.

Desde esta perspectiva la inexistencia de políticas culturales para la protección y conservación del patrimonio; la carencia de normativas regionales que posibiliten una adecuada administración y gestión de los bienes culturales; la falta de especialistas en esferas gubernamentales que "gocen" de conocimiento y experiencia en temas patrimoniales; la ausencia total de estudios de impacto y capacidad para la implementación de programas turísticos, no parecen constituirse en una limitante para que cada nueva autoridad que es "apoltronada" en la silla ministerial de culturas considere que el turismo es la panacea del desarrollo y que el patrimonio en este marco es vendible, ofertable o caso contrario desechable.

En este contexto, hemos sido testigos de la destrucción indiscriminada de sitios arqueológicos a manos de comunarios y pobladores (quienes eran engañados por la falsa promesa de la industria sin chimeneas) que buscaban demostrar sus atractivos turísticos al mundo. Fruto de esta concepción distorcionada e impulsada por las propias autoridades, es la destrucción de sitios arqueológicos invalorables como Conchamarca o Lacaya, por mencionar sólo unos pocos.

Durante los últimos cuatro años el Vice Ministerio y luego Ministerio de Culturas a impulsado, apoyado y promovido la destrucción de sitios arqueológicos a guisa de promoción del patrimonio, y en el desarrollo de este experimento no se inmutó en ofertar al sitio arqueológico de Tiwanaku, dejando como daño colateral la desestabilización de la pirámide de Akapana y el anegamiento de piezas invalorables, atestadas en un museo construido en un área inundable.

Recientemente y con mucha desazón vimos la designación de la cantante Zulma Yugar como nueva Ministra de Culturas, y con mayor preocupación comprobamos que su primera labor en el cargo fue trasladar el Viceministerio de Turismo a Culturas...para muestra un botón.

El programa de trabajo que parece marcar el norte de la nueva Ministra esta delineado por el desarrollo turístico y la muerte del patrimonio arqueológico, ya sea porque éste último es promocionado sin control en aras de la captación de fondos (hablemos claramente de veinte millones de dólares) o caso contrario no es considerado como un tema prioritario para el estado frente al folklore o la realización del Miss Universo en Bolivia.

Es claro preveer que con la designación de autoridades de turno que poco o ningún conocimiento y experiencia poseen en temas patrimoniales y administración de bienes culturales, el patrimonio arqueológico y cultural está más desamparado que nunca.

La selección de prerrogativas de la administración Yugar debería considerar en primer instancia el planteamiento de políticas culturales que tiendan a la protección y conservación, antes que a la promoción del valioso patrimonio cultural que poseemos, ya que si bien desde la tiránica perspectiva económica del turismo el patrimonio cultural es un recurso, no debemos olvidar que es un recurso NO RENOVABLE y como tal señora Yugar su valor es incalculable.